FRUTOS EFÍMEROS

       

      Medín presenta, bajo el título Frutos efímeros, un conjunto de piezas escultóricas que han nacido de su deseo de conectar con la naturaleza, ese hermoso universo que nos regala vida, color, luz y energía, y que ha sido fuente de inspiración de muchos artistas, estilos y épocas a lo largo de la historia. El escultor, que fue criado en medio del aroma de la madera, ofrece su abrazo al mundo natural a través de un acto de amor y de respeto hacia este material, uno de los productos más nobles con que la naturaleza obsequia al artista para que pueda esculpir sus vivencias, modelar sus sueños y pulir sus ilusiones. Sus obras, que representan desde las realidades más cotidianas y prosaicas a las más sensuales y poéticas, son frutos efímeros cuya muerte resulta imprescindible para el nacimiento de nuevas vidas. Son frutos hermosos cuya belleza e intensidad radican, precisamente, en la brevedad de su existencia. Son los necesarios eslabones de una sólida cadena que guarda los misterios de la continuidad y el perfeccionamiento de la vida.

       

      El hombre, desde sus orígenes, ha intentado conocer y transformar la naturaleza, pues de ello dependía su supervivencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, movido, quizá, por la codicia, la irreflexión o la irresponsabilidad, la ha utilizado de forma arbitraria y ha acabado originando perjuicios irreparables. Actualmente, aunque estamos lejos de conseguir actuaciones unánimes y comunes por parte de las políticas de los países más poderosos, las investigaciones y los avances tecnológicos están permitiendo tímidas victorias en la lucha contra las amenazas que se ciernen sobre el medio ambiente. Conocemos atractivos proyectos que se están poniendo en marcha en distintos lugares, con el deseo de regenerar el planeta; iniciativas que despiertan un gran interés en Medín. Así, es importante la apuesta por la agroecología, disciplina que promueve conceptos modernos que revolucionan el mundo de la alimentación; “nuevos frutos” que invitan a arquitectos y diseñadores de espacios urbanos a elaborar proyectos, como la construcción de huertos verticales que facilitan el autoabastecimiento, para poder disfrutar de ciudades más naturales. No es menos curiosa la plantación con drones de nuevas semillas, de incipientes vidas; técnica innovadora, más eficaz y rápida que la realizada por el hombre, que se está practicando para la reforestación de espacios degradados. Y es altamente sorprendente la existencia de la Bóveda Global de Semillas, el Arca de Longyearbyen, una especie de almacén mundial de alta seguridad cuyo objetivo es guardar para siempre las simientes de todas las plantas cultivables de la Tierra y preservar la biodiversidad en un mundo agrícola cada vez más homogéneo.

       

      El mundo natural se encuentra, en esta muestra, representado por estos frutos efímeros realizados en madera. En la escultura tradicional, la madera se convirtió en uno de los materiales más apreciados por los artistas; sin embargo, la Revolución Industrial y el afán innovador de las vanguardias del siglo XX promovieron la ejecución de obras con nuevos materiales –el hierro, el aluminio, el hormigón- cuyo trabajo también exigía técnicas diferentes en las que la labor del escultor se limitaba al diseño y a la dirección de los proyectos. Ahora Medín desea reivindicar el papel de la madera, convertirla en una protagonista más de esta exposición y exaltar su gran valor como material sostenible, capaz de generar atractivas aplicaciones, tanto en la realidad cotidiana –la Gran Muralla Verde de África para controlar el avance del desierto- como en el mundo artístico –trabajo de la talla directa en el tratamiento de sus esculturas-.

       

      El escultor ha concebido un universo en el que se mezclan lo orgánico y lo geométrico; formas esféricas, ovaladas, cuadradas y alargadas, con líneas curvas y rectas; semillas, brotes y frutos de diferentes tamaños y diseños, entre los que destacan las perecederas flores en bronce que, además de simbolizar la belleza y la perfección, se asocian, a menudo, con los atributos femeninos ideales. Esculturas que lucen el color natural de la caoba, el castaño, el cedro, la morera, el naranjo, la tea, acompañadas por otras que se han dejado embellecer con aplicaciones del lenguaje pictórico. Piezas que muestran texturas lisas y rugosas, acordes con el tipo de madera, que buscan el tacto y las caricias de nuestras miradas. Obras de arte, en fin, que nos ofrecen una realidad tan rica, tan diversa y tan hermosa como la de la propia naturaleza y que nos animan a que disfrutemos de este entorno natural que ha engendrado Medín, mediante una extraordinaria tarea de creación, como verdaderos seres fugaces, como auténticos “frutos efímeros”.


      Mª Eugenia Padrón San Juan, 2018.